El cerebro es el órgano rector del aprendizaje, compuesto por diversas estructuras que cumplen funciones específicas:
Corteza cerebral: Encargada del pensamiento, el lenguaje, la toma de decisiones y la planificación.
Sistema límbico: Responsable de las emociones, la memoria y la motivación.
Tronco encefálico: Regula funciones vitales básicas como la respiración, el ritmo cardíaco y el sueño.
Estas estructuras se interconectan mediante redes neuronales que permiten la adquisición, procesamiento y almacenamiento de información. El aprendizaje ocurre cuando las neuronas se activan y forman nuevas conexiones sinápticas, reforzadas por la repetición, la atención y la emoción.
En neuroeducación, comprender las funciones del cerebro es esencial para optimizar el proceso de enseñanza-aprendizaje. La
corteza prefrontal regula funciones ejecutivas como la planificación, la atención y la toma de decisiones, claves para el aprendizaje autónomo. El
sistema límbico, en especial la
amígdala y el
hipocampo, interviene en la gestión de emociones y en la consolidación de la memoria. Además, áreas como la
corteza temporal (lenguaje),
parietal (procesos lógicos) y
occipital (procesamiento visual) participan activamente según el tipo de contenido que se aprende. Estas funciones trabajan de forma integrada y son moduladas por neurotransmisores, lo que evidencia que el aprendizaje es un proceso tanto cognitivo como emocional. Por ello, la neuroeducación promueve estrategias pedagógicas que respetan y potencian estas funciones cerebrales.
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